Entrevistamos al Dr. Antonio Puente (La Habana, Cuba, 1952), expresidente de la Asociación Americana de Psicología (APA). El Dr. Puente estudió psicología en la University of Florida, se doctoró en la University of Georgia y es catedrático de Psicología en la University of North California. Fue presidente de la North Carolina Psychological Association, de la North Carolina Psychological Foundation, de la National Academy of Neuropsychology, de la Society for Clinical Neuropsychology, de la Hispanic Neuropsychological Society y de la American Psychological Association.

A lo largo de su trayectoria profesional, entre otras labores, el Dr. Puente ha ejercido como psicólogo clínico en grandes hospitales psiquiátricos y ha sido profesor de neuroanatomía y de psicología en universidades de medicina.
Es también fundador y codirector de Cape Fear Clinic, una clínica bilingüe de salud mental para personas desfavorecidas. Autor de 8 libros, más de 90 artículos en revistas y ponente en más de 400 presentaciones en todo el mundo, el Dr. Puente es el fundador de la revista científica trimestral Neuropsychology Review, la cual editó durante 10 años y en la que destaca la publicación de una serie de 33 libros sobre neuropsicología clínica.
Como ya hemos comentado usted fue Presidente de la APA (American Psychological Association). ¿Cuáles son los objetivos y líneas de actuación de la asociación de cara la profesión?
Fui presidente de la APA durante el año 2017 y después de eso decidimos romper la APA en dos partes. Hasta ese momento la APA siempre había sido una asociación dirigida a la sociedad. Creamos otra asociación dentro del APA llamada APA Servicios, una asociación para profesionales de la psicología más relacionada con la política de la psicología. Durante estos dos años he trabajado para desarrollar una infraestructura sobre cómo se hace la política con diferentes prioridades que puede incluir temas dedicados a la APA o los psicólogos, otros importantes para diferentes grupos y otros que son tan grandes que incluyen a toda la sociedad como discriminación, justicia social… La primera categoría está dedicada a temas como la remuneración de los psicólogos, lo que pueden hacer, etc. y la segunda tiene que ver con temas como, por ejemplo, la inmigración.
La OMS define la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Usted, como expresidente de la APA, ha manifestado en diversas ocasiones que una de sus prioridades es defender la integración de la psicología en la atención integral de la salud. Teniendo en cuenta estas palabras, ¿Cuál cree que es el papel que juega la psicología en la salud integral de las personas en estos momentos?
Aquí en EEUU y también en otros países tenemos la salud y luego tenemos la psicología. Entonces la manera que yo pienso es que la salud debe de incluir el corazón, los huesos, la mente, el cerebro, no se puede dividir, todo tiene que estar unido y no tiene ningún sentido separar la psicología de la medicina. La cuestión es cómo. Yo creo que en algunos caos el psicólogo puede ser asistente de un médico, en otros casos el medico puede ser un asistente al psicólogo.
Cada paciente debe tener una casa de salud y yo, como psicólogo, quiero tener una de las habitaciones. puede ser muy chiquitica en algunos casos y en otros puede ser la sala, pero es muy importante que exista.
Dr. Antonio Puente
Como profesional especializado en neuropsicología. ¿Cómo cree que ha evolucionado? ¿Qué motivos le llevaron a decantarse por esta rama de la psicología?
Cuando yo empecé no existía la especialidad, ¿Cómo se mezclaba la mente y el cerebro? Y ¿Cómo se podía mezclar de una manera que pudiera ser una profesión? ¿Cómo podía exigir lo que hacía en el laboratorio dentro de una clínica? Lo investigaba, pero no lo podía manejar con pacientes. Tuve que averiguar cómo podía hacer una carrera en esto. El problema cuando yo empecé en el 70 y pico, 80, era que los psicólogos no eran parte del sistema de salud y cuando finalmente se incorporó, como diríamos en Cuba, fue en la parte de atrás de la guagua. Pero yo me quería sentar un poco más adelante, después conducir y finalmente ser el dueño de la guagua.
Y después, ¿conducir en qué rutas? Me parecía que había dos o tres cosas muy importantes. Primero de todo: una ciencia. Sin ciencia de cómo trabaja el cerebro y cómo trabaja la persona no servía para nada. La segunda cosa que era muy importante: una profesión. Pero me di cuenta que si no había recursos para una ciencia o profesión no había ciencia ni profesión. Entonces me metí dentro del sistema, de la política de salud de los EEUU, y durante 23 años me dediqué a ver como el psicólogo podía ser parte del sistema desde diferentes grupos y comités y llegando a trabajar en proyectos como el Afordable Care Act presentado por Obama. Y ahí fue donde me di cuenta de cómo trabaja la política de la salud.
Nacido en la Habana, ha realizado su formación y desarrollado su carrea profesional en EEUU. ¿Qué diferencias puede apreciar entre el tratamiento de la neuropsicología como especialidad en EEUU en relación a otros países como pueden ser España? ¿Cuál cree que debería ser el modelo a seguir?
Primero de todo, soy cubano, nací hace 68 años en La Habana, vine jovencito y me eduqué y me formé aquí como psicólogo. Pero mi formación fue en parte en Moscú porque estuve allí una temporada y las personas que me enseñaron vinieron aquí y trabajaron conmigo, tuvieron una influencia muy grande en mí. Es decir, en muchos aspectos la neuropsicología mía es una neuropsicología occidental y del este. Al fin y al cabo, lo que ocurre en mí, es que uso las técnicas y la ciencia del occidente, quizás de las Américas (más que nada de los EEUU), con los conceptos de Rusia que entienden la persona como un cerebro dentro de una persona, una persona dentro de un sistema, un sistema dentro de una cultura. Uso las técnicas, quizás la ciencia empírica del occidente, con “una ciencia romántica” del este. Las mezclo y uso las dos. Empiezo con una y acabo con otra.
Sobre lo que hubiera dicho hace más de 30 años cuando empecé a visitar España, sobre todo en la universidad de Madrid y Granada (donde soy profesor visitante desde el año 88), les diría “miren lo que hemos hecho nosotros y háganlo mejor”. A la misma vez, yo creo que hoy en día, tal y cómo va la psicología y la neuropsicología particularmente, es casi imposible formar una visión nacional. Eso es algo que ya no tiene sentido. Yo creo que quizás lo mejor es coger de cada sitio lo mejor, mezclarlo con lo que cada uno puede añadir y, a la misma vez, ver cómo puede incluir sus ideas no solamente en lo que uno hace sino también en lo que hacen los otros. En el año 62 un presidente de la APA decía “tenemos que arreglar la psicología”. Pero si desarrollamos una psicología que solo es útil en Barcelona o en España, no es sostenible con un mundo que cambia tan rápido. Entonces quizás tenemos que desarrollar una psicología que entiende a todos, incluye a todos para todos. Y eso es más complicado. Es más complicado decir “consigue las pruebas de los otros y cambia alguna de las preguntas para que tenga más sentido en España”. Esa época ha pasado. Una psicología nacional es una psicología que no tiene futuro.
En relación a la regulación de la posición de neuropsicólogo/a. ¿Cuál es su visión teniendo usted un recorrido en un país donde se regula de manera diferente?
Por mucho tiempo aquí si uno quería ser psicólogo, se llamaba psicólogo y ya. Llevó mucho tiempo desarrollar lo que se llama un “psicólogo” a nivel licenciado o doctorado. Pero nos dimos cuenta de que no éramos todos iguales. Aunque nosotros tenemos quizás 300.000 psicólogos doctorados, nos dimos cuenta de que tenemos diferentes especialidades. Entonces, en el año 96, empezamos con la especialidad: primero fue el neuropsicólogo, después el psicólogo clínico, el de salud, el de familia, el de adicciones, el escolar…
Lo bueno es que hoy en día, si un estudiante se presenta en el primer curso y dice “yo quiero ser neuropsicólogo”, uno sabe exactamente lo que tiene que hacer para serlo. Lo que hago personalmente, y que muchos colegas comparten, es que si queremos estar en la ruta, tenemos que pensar y actuar como los médicos, al mismo nivel. Pero hay problemas con eso. Uno de ellos es que la psicología en general y las especialidades en específico, empezaron de una manera orgánica y abierta. Y aunque ahora haya un nivel muy alto de profesionalismo, hemos llevado un nivel muy limitado de creatividad, de horizontes nuevos. Es importante tener un nivel alto de profesionalismo pero tenemos que tener las puertas abiertas a otras nuevas, innovadoras, quizás locas.
Debido a la situación tan inesperada y excepcional marcada por la pandemia a nivel global, ha aumentado la necesidad de acompañamiento emocional. ¿Cuál cree que es el papel del profesional de la psicología en esta realidad?
A corto plazo, estamos diciendo que la solución de todo esto es la vacuna. No, la solución es la conducta. Si todos nos lavamos las manos, mantenemos la distancia de 2 metros y nos ponemos mascarilla, se funde el fuego. Inmediatamente, que alguien no lo haga, abre la puerta. La solución es simplemente tener la psicología ahí. Por supuesto que hay que perseguir la vacuna pero, hasta que lleguemos a ese punto, la conducta es la solución para controlar esta pandemia. Es decir, primero de todo, la psicología tiene que estar al lado de los médicos o posiblemente enfrente de los médicos. A largo plazo, todos estamos seguros de que va a llegar la vacuna e inmediatamente podremos ir a la playa, al bar, montar en un avión… Pero no. Las cosas no van así. Tradicionalmente hemos pensado que cuando uno se cura del COVID-19 se acabó el tema. Pero uno de cada quince, en los EEUU sigue teniendo problemas.
Uno de mis alumnos está dirigiendo las pruebas neuropsicológicas de los pacientes de COVID de Johns Hopkins. Dos tercios de ellos acaban con trastornos de cerebro de diferentes dimensiones. O sea, el psicólogo puede estar ahí ahora para evitar los problemas y, en el futuro, tratar de entender los problemas que surgen de ello. Esto es un problema de infección pero, quizás, más que eso es un problema de conducta. ¿Y quién maneja la conducta mejor que un psicólogo? Nadie.
El futuro de la salud es el futuro del psicólogo. aunque también pienso que el futuro de la psicología debe ser el futuro en la salud. y debe ser una de las muchas cosas que nosotros hacemos.
Dr. Antonio Puente
Pero, por ahora, esto es lo más necesario y lo más útil. La sociedad lo considera rentable y se entiende fácilmente de una manera que no hay que convencer a la gente.
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