Con la aparición de la realidad virtual inmersiva o el metaverso, ha llegado la hora de hacerse muchas preguntas: ¿sustituiremos nuestro imperfecto mundo físico por el todopoderoso virtual? ¿Nos abrirá la puerta a grandes oportunidades o a grandes peligros? ¿Tendremos que cambiar la Ley? ¿Y cómo afectará a nuestra profesión, tan humana? Intentando resolver estas dudas y esbozar el inminente nuevo panorama, hemos hablado con José Ramón Ubieto, psicólogo clínico, psicoanalista, profesor de la UOC y de la UB y autor, junto a la socióloga Liliana Arroyo, de ¿Bienvenido metaverso? (Ned Ediciones), un libro donde ambos conversan sobre “Presencia, cuerpo y avatares en la era digital”.

¿Hemos de empezar a despedirnos del mundo físico?
Que los mundos virtuales reemplazarán al físico es una falacia. Eso de que lo virtual y lo físico son intercambiables porque son equivalentes, y que en el mundo virtual podrás hacer lo mismo que haces en el físico o incluso mucho mejor, es un engaño. Porque, por mucho que tengas la posibilidad de sumergirte en el Egipto de los faraones, eso es una inmersión sensorial, pero no es equivalente a una inmersión social.
¿Por qué no llega a ser lo mismo?
Porque tú te puedes conectar y ver qué hace la gente en el metaverso: entras, te das un paseo, te encuentras a otro avatar, comentas cosas sobre el tiempo o algo que habéis visto juntos, y creas un enlace efímero que dura mientras estás en el metaverso y que no te compromete a casi nada. Pero la inmersión social implica hacerse cargo no solo de lo que pasa en el metaverso, sino de la realidad y sus problemas, lo que requiere vincularse con alguien, recorrer un trayecto juntos, de pareja, de hijos, de profesión, de amigos o de lo que sea.
Además, el cuerpo tampoco es lo mismo que un avatar. El cuerpo se cansa, se enfada, tiene sus exigencias a satisfacer (comer, dormir, tener sexo…) y, en cambio, un avatar es una proyección del yo, es algo que tuneas, que te representa, que tiene sensaciones que parecen reales en el metaverso, pero no es el cuerpo, no te compromete de la misma manera, ni tienes las mismas implicaciones porque, entre otras cosas, al cuerpo no lo puedes aparcar mucho tiempo y al avatar sí.
Tú que lo has probado, ¿cómo es?
Yo este verano subí al Aneto y de ahí me fui a Júpiter. Mi cerebro se volvió loco: “¿Este tío dónde está?”. Y cuando bajas a la velocidad a la que tu muñeca es capaz de bajar el mando y señalar la Tierra, el cerebro reacciona defensivamente porque cree que te vas a pegar una torta. Aún es un poco aparatoso y tiene muchos límites, pero se irá corrigiendo.

- Autores: José Ramón Ubieto y Liliana Arroyo Moliner
- Editorial: Ned Ediciones
- ISBN: 9788418273803
- Páginas: 176
- 1ª edición: septiembre de 2022
¿Qué nos ofrecerá?
Juegos, visitar lugares y exposiciones, NFT, tener citas virtuales, sexo, porno… Todo eso ya existe y seguirá existiendo. Y además tendremos las aplicaciones que ahora hay en 2D pero en 3D. Por ejemplo, el otro día en el Connect 2022, el evento anual de Meta, presentó unas nuevas gafas, que si antes valían 440 ahora valen más de 1.500 euros, que tienen otras posibilidades, pero la principal aplicación que se va a desarrollar tiene que ver con el trabajo, con substituir las reuniones de Zoom por reuniones en el metaverso. Porque hay un acuerdo entre Microsoft y Meta para hacer una especie de Zoom en 3D, de manera que tú te pondrás estas gafas y tendrás la percepción de que estamos uno al lado del otro, de que nos vemos sonreír y movernos, tendremos una percepción realista del otro.
Y dices que ya estamos un poco ahí.
Claro. Piensa que estamos en la web 3.0. En la 1.0 empezamos a usar internet, no era mayoritario y podíamos hacer unas pocas cosas limitadas. Cuando pasamos a la 2.0 ya se hizo mayoritario, aparecieron los smartphones, las redes sociales y un montón de cosas que ya no solo era buscar dónde estaba una calle, sino que participabas. Y el 3.0 nos trae la inteligencia artificial, la robótica, la realidad aumentada, mixta, extendida, virtual… Todo un conjunto de tecnologías que harán que sigamos viviendo en esa fórmula híbrida que tenemos ya entre lo digital y lo físico, lo figital, en el que una cosa no substituye a la otra.
¿Figital?
Ya no hay lo físico y lo digital. Tú no vives todo el tiempo en lo físico o todo el tiempo en lo digital. Al mismo tiempo que hablas conmigo estás mirando el móvil, y en ese mundo híbrido ya estamos.
¿Piensas que el metaverso será un éxito como lo son las redes sociales?
Creo que hay cuatro razones psicológicas por las cuales tiene futuro:
1. Facilita el escapismo
Si una persona vive en el semisótano 2 del barrio del Carmel y puede imaginar que está en una playa de Tailandia, pues por qué no. La necesidad de trasladarse a otro lugar, sea mediante tóxicos, mediante pantallas o mediante lo que sea, es algo ancestral en el ser humano a lo que el metaverso da salida con cada vez más perfección, ofreciendo una sensación muy real.
2. Aumenta nuestras capacidades
En El malestar en la cultura, Freud ya escribió que “los objetos de la técnica expanden o aumentan la capacidad de nuestros órganos”. Tú te pones unas gafas y ves más allá de lo que tus ojos te permiten, te subes a un tren y vas más lejos de lo que tus piernas te llevarían. Pues esta realidad aumentada de lo virtual nos va a favorecer que podamos estar en el Partenón, asistiendo a una discusión de Pericles con otro ciudadano de la polis.
3. Nos ofrece sensación de control
Todos estos relojes o dispositivos que llevamos cada vez más, que nos cuentan los pasos que damos, las pulsaciones, que nos dicen “Has andado 4 kilómetros” o “Tu corazón late a tanto”. Todas estas tecnologías de inteligencia artificial nos prometen un control y un dominio sobre el cuánto. Nos dan la idea de que podemos autocontearnos constantemente, y esa sensación nos gusta.
4. Nos permite probar cosas sin consecuencias reales
Por ejemplo, hace muchos años que los pilotos se entrenan con Flight Simulator, que nació como un juego pero se convirtió en un entrenamiento para pilotos, en el que les pueden “matar” pero ellos siguen vivos. El ejército americano ya tiene una réplica digital de la Tierra, con la cual ensaya ataques nucleares, todo tipo de escenarios militares sin que tenga consecuencias. Esto permitirá que los cirujanos puedan operar un corazón 100 veces antes de hacerlo con uno real, o sea, practicarán con un corazón virtual y, si se equivocan, no se muere nadie.
Pero tú apuestas mucho más por la realidad aumentada que por la virtual. ¿Por qué?
En la realidad virtual no puedes estar mucho rato con los cascos. Te mareas, tienes migrañas, a veces náuseas y vómitos… Y luego hay una cosa que al ser humano le cuesta, que es dejar de tener los pies en la Tierra, y cuando te metes en 3D desapareces de la habitación en la que estás.


La realidad aumentada tendrá más éxito precisamente porque te permitirá tocar con los pies en la Tierra. Tú podrás ir por la calle con unas gafas, como las que sacará Apple el año que viene, y te permitirán decir al micro incorporado “Còrsega 408” y las gafas te dirán “Gire a la derecha” y te hará de GPS sin que tengas que sacar el móvil. O pasarás por delante de La Pedrera y las gafas te dirán: “Edificio construido por Gaudí en el año tal”. Eso te permitirá ver objetos virtuales como, por ejemplo, un pequeño vídeo de Gaudí delante de La Pedrera, o sea, te permitirá esa realidad mixta entre realidad virtual, aumentada y física, sin que te pegues una torta ni las demás consecuencias. Eso tendrá más éxito seguro. Y no lo digo yo, lo dicen los tecnólogos.
¿Qué retos principales nos trae el metaverso a los y las profesionales de la psicología?
La posibilidad de escapismo quizá genere un aumento de la alienación, de las horas que la gente pasa ahí. No es lo mismo quitarle a una persona el móvil que sacarla de la jungla. De hecho, si ahora los padres de los niños tienen más problemas que los que tuve yo cuando mis hijos eran pequeños, es porque mis hijos no estaban con Fortnite ni Minecraft. Sacarte de ahí cuesta mucho.
Más allá de eso, no creo que genere muchos más problemas. Y también hay que decirlo para no volvernos demasiado negativos:
El metaverso es una oportunidad para algunas personas frágiles, por ejemplo, con autismo, con fobia social, con algún trastorno que les hace difícil socializar… Los avatares les permiten tener prácticas sociales que no tienen en la vida real. Incluso personas con discapacidad podrán hacer cosas que no podían hacer.
Claro, también tiene parte positiva, pero cabe preguntarse si no será esto un paso más hacia la disociación mente-cuerpo, que ya es mucha.
Más que a la disociación mente-cuerpo, yo creo que a lo que está contribuyendo lo digital es a la creación de burbujas de odio. La gente, cada vez más, vive en su burbuja digital, tiene sus influencers, sus canales de YouTube, y entonces se van formando mundos digitales en los que cada cual vive. Igual que antes una persona leía El País y la otra el ABC, ahora tienes la burbuja antivacunas y negacionista, y luego los trans, con su propia burbuja, las feministas… Lo digital, más que disociar mente y cuerpo, lo que disocia es la cohesión social, está fragmentando, polarizando la sociedad, a través de burbujas que están constituidas por el odio al otro, no tanto por lo que tienen en común, sino porque son anti algo. Antivacunas, antiizquierda, antiinmigrantes… El metaverso es un grado más en eso. Ya hay lugares racistas, por ejemplo. Vamos a ver cómo lo regulan las empresas…
A eso iba: ¿qué pasará en el metaverso con los temas que no tenemos resueltos en la realidad física, como la violencia machista?
El abuso sexual ya existe en el metaverso. Incluso te diría que es más fácil ahí porque la regulación es mucho menor. En el libro contamos la historia de una reportera canadiense que se introdujo en el metaverso y a los dos segundos ya tenía un gañán masturbándose delante de ella. Y, cuando le pidió explicaciones, él le dijo que estaba en el metaverso y hacía lo que quería. En psicología conocemos el Efecto Proteus, que es que la sensación que tienes es real. Desde fuera es un avatar, pero desde dentro es muy real. Yo vi a uno que venía a cortarme la cabeza, y te aseguro que el susto lo tienes.
El racismo, el sexismo, la homofobia, etc., se dan con más facilidad en el metaverso porque los sistemas de control y regulación son mucho más complicados.
¿Con qué otras cuestiones relacionadas con el metaverso debemos ser precavidos?
Las tecnologías se desarrollan sin límites de entrada. Tú puedes inventar algo que espíe a todos los ciudadanos, y el límite no lo va a poner la ciencia ni la técnica, tiene que venir de fuera con una regulación. Y los movimientos de corrección social de la tecnología vienen siempre a posteriori, porque la tecnología avanza y luego vemos que “tenemos hacer algo con eso”. Por ejemplo, si se va a hacer un chip corporal, habrá que crear neuroderechos.
Ahora ya estamos en un momento en el que empieza a haber movimientos de corrección social, como los “arrepentidos digitales”, como yo los llamo, que son todos los ejecutivos que han ido saliendo de estas empresas y que se han planteado una visión crítica, o la Constitución chilena, que aunque al final no se aprobó, era la primera que intentó incluir los neuroderechos. Además, hace falta que la gente tome conciencia de las implicaciones en términos de privacidad, seguridad o el coste medioambiental de todo esto. La nube es un cuento, hay hangares llenos y llenos de ordenadores, de cables, de consumo eléctrico, de materiales minerales que la gente consigue a través de la explotación. El coste existe y es alto.
Volviendo a la consulta, ¿qué ganaremos y perderemos en la sesión analítica? En el libro dedicáis unos párrafos a explicar por qué la presencia física no es prescindible…
Hay situaciones en la vida en las cuales poner el cuerpo es necesario, como en la educación infantil, primaria e incluso secundaria. Seguramente los jóvenes prestarán más atención si hacen una excursión al metaverso para aprender Grecia que si les da la chapa el profesor.
Para aprender el respeto, la no violencia y un montón de cosas necesarias en la vida, el metaverso NO es lo mejor.
Habrá que hacer un contacto con la presencia del cuerpo, con mirarse cara a cara, con expresar las emociones delante del otro para que eso deje una huella de compromiso. Un niño necesita a una persona adulta que lo toque, que lo coja, que lo apoye cuando tiene dificultades, que le amoneste cuando sea necesario. Todo eso que forma parte de la educación no es prescindible.
Tampoco es lo mismo leer una analítica a través de una web a que un médico te diga: “Mire usted, ha salido todo bien, simplemente tiene que cuidar un poco la sal”. La presencia, las miradas, son mucho más efectivas que simplemente una llamada telefónica o un mensaje de WhatsApp, en determinadas situaciones. Yo soy totalmente contrario a eso. Me parece que la terapia necesita la presencia porque el silencio forma parte de la palabra. El silencio no es la falta de palabra, sino la palabra. Cuando alguien te dice algo y te quedas en silencio, ese silencio puede significar muchas cosas. Es una forma de responderle, de ayudarle a que llegue a una conclusión. Eso no se puede sustituir por una pantalla.
¿La virtualidad ha dado un nuevo valor a la presencia analógica?
Por supuesto. Esto hará que la presencia tenga que revisarse y que tengamos que poner un poco más de atención y deseo. Un maestro cada vez estará más exigido no en que sepa cosas complicadas de tecnología, sino que ponga pasión en lo que hace, porque si no va a perder a los alumnos.
La presencia se va a volver más valiosa porque va a ser más ausente. Esa es la buena noticia.
Ahora si vas a una presentación de un libro, esperarás que el autor te firme el libro, te haga un comentario personal… Porque para que te explique el libro, ¡te ves el vídeo de YouTube! Tendrá que haber un plus, que tendrá que ver con la atención y el deseo.

¿Lo estamos llevando demasiado lejos? ¿Nos estamos perdiendo algo?
Son movimientos pendulares. Y ahora estamos en el momento de revisión crítica de todo esto. Cuando una tecnología sale, la gente se vuelve loca. Es como cuando salieron los smartphones, todo el mundo los quería ya, y parecía que eso iba a ser el no va más. Después vemos para qué nos interesan y para qué no. Por eso creo que, poco a poco, iremos sabiendo los usos que convienen para cada cosa, que un poco ya estamos allí. La persona que esté todo el tiempo allá perderá muchas cosas. Y la preocupación que los psicólogos y psicólogas hemos de tener es por los que tienen menos capacidad para analizar críticamente esto, que lógicamente son los menores, porque tienen menos experiencia y pueden estar fascinados por todo esto.
Yo siempre digo que las pantallas son buenas cuando tienen un poder evocativo, es decir, cuando evocan los lazos que hubo y los que habrá. Tú y yo, si hablamos por teléfono para quedar presencialmente, perfecto, es un buen complemento evocativo. Pero si toda la relación que tú y yo tenemos es por pantallas, ahí sí hay una pérdida evidente de vínculo. Si todo lo que los niños y niñas aprenden lo hacen y viven a través de las pantallas, lógicamente perderán muchas cosas, de la naturaleza, de la sociabilidad… Por eso es importante que los padres y madres sean conscientes de que la tecnología no se autolimita nunca, el límite han de ponerlo ellos. Es el desafío que tienen: no dejarles solos, desamparados con lo digital.
¿Qué os gustaría conseguir con este libro?
Por un lado, interesar a las personas que no conocen esta realidad, para que la acojan de una manera abierta, porque es muy importante acoger las novedades. Si una generación no es capaz de acoger las novedades, está perdida. Pero que también sean críticos y tengan elementos de reflexión y herramientas críticas para poder ajustar todos estos cambios tecnológicos a los principios a los que no tenemos que renunciar. Lo que nos sirve en lo presencial nos tiene que servir en lo digital: la privacidad, el respeto, la solidaridad… Todo lo que para uno es importante. Queremos ayudar a encontrar la fórmula de conjugar ese mundo en el que, queramos o no, ya estamos viviendo.

“Mientras tengamos cuerpos, seguiremos necesitando abrazos” es la última frase del libro.
Porque el cuerpo es la sede de la satisfacción por excelencia. Gozamos con el cuerpo. Cuando miramos algo que nos gusta –una chica, un chico, un paisaje, una pintura– gozamos con el cuerpo, con la mirada. Cuando disfrutamos de un acto sexual, lo hacemos con el cuerpo. Cuando disfrutamos de una comida o bebida, lo hacemos con el cuerpo. Es decir, que el cuerpo, como decía Freud, “es la sede de la satisfacción pulsional”. Por tanto, esa satisfacción es algo a lo que nadie está dispuesto a renunciar. Y, por otra parte, el cuerpo no es un accesorio, no es algo con lo que simplemente cargamos, es una manera de apoyar al otro. Lo usamos para abrazar, para dar una palmada, y es algo que ponemos en juego, no solo en la satisfacción nuestra, la autoerótica, sino también en la satisfacción con el otro, y es lo que permite el vínculo con el otro, mucho más que un avatar.
Y eso es lo que nos mantiene humanos.
Exactamente. Eso es lo singular. Lo que no se puede codificar.
¿Bienvenido metaverso? Presencia, cuerpo y avatares en la era digital también está disponible para todos los colegiados y colegiadas en la biblioteca del COPC.
Comenta l'article