
- Autora: Laura Cerdán Rubio
- Editorial: Aula Magna
- Páginas: 168
- ISBN: 9788419544711
- 1.ª edición: 2023
- También disponible en e-book
El 15 de marzo de 2023, Laura Cerdán (colegiada número 14063 psicóloga clínica y psicopedagoga) publicó el libro ‘Para quererte mejor’, una lectura para aquellos padres y madres que, en su día a día, les cuesta dar respuesta a las múltiples situaciones que viven con sus hijos e hijas. El libro recoge ejemplos prácticos y cotidianos del día a día con los hijos e hijas, situaciones en las que padres y madres pueden sentirse perdidos, desorientados o desbordados.
En Para quererte mejor, abordas de manera práctica la crianza. ¿Cómo defines la crianza positiva en el contexto de situaciones diarias y prácticas?
Simplificando mucho, sería “criar con respeto”, es decir, educar a los niños con respeto, con cariño, como personas que tienen derechos, no como propiedad de sus progenitores. La crianza positiva implica respetar los diferentes estadios evolutivos de los niños, respetar sus ritmos y sus necesidades de manera que así podamos facilitar su sano desarrollo físico, mental y social.
En situaciones diarias y prácticas implica tratar con respeto, sin recurrir a castigos físicos ni a tratos humillantes para el pequeño. Establecer límites sin maltratar.
Pero, para esto es importante conocer en qué momento evolutivo se encuentra el menor, conocerlo y conocer cómo evolucionan sus capacidades y sus facultades.
“Es importante conocer en qué momento evolutivo se encuentra el menor, conocerlo y conocer cómo evolucionan sus capacidades y sus facultades.”
¿En qué se diferencia la crianza positiva de otros estilos de crianza cuando se trata de abordar problemas cotidianos con los hijos?
En mi libro hablo de tres estilos de crianza: permisivo, autoritario y democrático. Una crianza positiva estaría dentro del estilo democrático.
Un estilo autoritario sería un estilo educativo basado en la imposición. Los progenitores que se sitúan en este estilo se sitúan en una situación de poder, imponen sus reglas y exigen que se obedezcan de manera autoritaria. recurren al castigo como manera de controlar y corregir el comportamiento de sus hijos y se muestran inflexibles y severos al respecto.
En el otro extremo estaría el estímulo permisivo, el cual también es denominado “negligente” por algunos estudiosos. Este estilo se caracteriza porque los progenitores ofrecen mucho afecto y mucha comunicación, pero ningún límite. Ofrecen escaso control y se comportan como “colegas” de sus hijos. Este tipo de padres evitan a toda costa la confrontación con sus hijos y, por eso, si es necesario, ceden a todas las demandas de estos.
La crianza positiva se englobaría en un estilo democrático. Como decía anteriormente, es un estilo caracterizado por la comunicación y el afecto entre padres e hijos, al tiempo que se imponen límites claros basados en el respeto a todos los miembros de la familia.
¿Cómo ayuda la crianza positiva en el desarrollo emocional y en la formación de hábitos saludables durante los primeros años de vida de un niño?
Como decía antes, la crianza positiva se caracteriza por la comunicación y el afecto entre padres e hijos de una forma en la que se eliminan las luchas de poder. Los límites y normas se instauran de manera sólida y constante, pero sin ningún tipo de violencia. No significa promover un estilo de crianza permisivo donde “todo vale”, ni renunciar al papel de autoridad. Significa respetar al niño siempre con límites claros. Esto permite una relación sólida y de respeto mutuo entre los niños y los progenitores.
En este estilo de crianza, se respetan las emociones del niño, no se le manipula para que haga o diga lo que, como adultos, nos gustaría ver o escuchar, sino que fomenta que el niño entienda de verdad aquello que está sintiendo y qué quiere decir cada una de sus emociones. Sin duda, esto permite el autoconocimiento por parte del niño, fundamental para su buen desarrollo emocional.
Respecto a los hábitos, la crianza positiva busca crear un entorno seguro y afectuoso donde el menor se sienta a gusto, protegido y seguro. En esta línea, los hábitos son necesarios en la medida que ayudan al desarrollo integral del menor. Les permiten ganar autonomía, adquirir nuevos aprendizajes, facilitan la convivencia familiar, aportan seguridad y ayudan a entender el mundo, ya que permiten al niño anticiparse haciendo que su entorno sea predecible y manejable.

En tu opinión, ¿cómo puede la crianza positiva transformar situaciones cotidianas de estrés y desafío en oportunidades de aprendizaje y crecimiento?
Creo que es importante enfocar la infancia desde un punto de vista más positivo y empático. Los niños, al igual que los adultos, necesitan equivocarse para aprender. Y gran parte del aprendizaje en la infancia se da a través del juego. Por tanto, los niños necesitan ensuciarse, caerse, probar sus propios límites y los del adulto. Comprender esto y entender que cuando nos retan o rompen algo no tienen nada personal contra nosotros, sino que el aprendizaje forma parte de su vida y éste se da de maneras diferentes en función de la edad del menor.
Por ejemplo, las típicas rabietas son completamente normales entre los 2 y los 5 años. En estas edades, los niños aún no han desarrollado habilidades adecuadas para gestionar sus propias emociones. Su cerebro está en pleno desarrollo y no ha aprendido a autorregularse. Entender las rabietas como parte del proceso evolutivo, comprender por qué se dan, cuáles son las principales causas, es esencial para manejarlas correctamente.
“Gran parte del aprendizaje en la infancia se da a través del juego. Por tanto, los niños necesitan ensuciarse, caerse, probar sus propios límites y los del adulto.”
En Para quererte mejor, ofreces consejos y pautas para situaciones específicas. ¿Podría compartir algunas de las claves esenciales para abordar con éxito la crianza positiva?
La base de este tipo de crianza, para mí, son el respeto y el afecto. A partir de aquí, una clave esencial es pensar en las necesidades del menor. El llanto, las “malas” conductas del menor siempre nos quieren comunicar algo. Hay que querer ir más allá y querer ver qué nos quiere decir el niño utilizando la manera que sabe para comunicarse, a veces es el llanto, otras veces es pegar cuando son muy pequeñitos. Una vez intuimos qué nos quiere decir, hay que trabajar nuestra empatía.
Es clave también buscar el diálogo abierto, querer conectar con ellos. La comunicación y la escucha activa hacen que el niño se sienta querido y escuchado. Esto es la base para trabajar cualquier cosa en casa.
Y otro aspecto fundamental en cualquier tipo de crianza es observarnos a nosotros mismos. El estilo de crianza que nosotros tuvimos, nuestro nivel de paciencia y de tolerancia a los aspectos propios de la infancia, etc., también van a condicionar cómo criamos, cómo educamos. Es interesante hacer un ejercicio de autorreflexión, sin culpa pero, con actitud crítica que nos permita siempre mejorar.
Dada la influencia que pueden tener otros familiares, como los abuelos, en la crianza de los niños, ¿cómo recomiendas manejar situaciones donde hay diferencias en las pautas de crianza?
En función del número de horas que esos otros cuidadores estén con el menor, hay que sentar unas bases muy claras de actuación con el niño. Si los abuelos pasan cada tarde con el menor, y contradicen continuamente a los progenitores, en realidad hacen un flaco favor tanto a los progenitores como al menor.
Como padres, debemos analizar qué aspectos podemos “permitir” respecto a cómo actúan los abuelos con nuestros hijos, y cuáles no. Y en base a esto, mantener un diálogo con ellos para hacerles entender que es conveniente “remar todos en la misma dirección”.
¿Cómo sugieres adaptar las pautas de crianza positiva a medida que el niño crece, especialmente hasta la edad de 7/8 años?
Las bases de este estilo de crianza son siempre las mismas. El respeto, el afecto, el diálogo abierto, la escucha activa…han de mantenerse de igual manera. Sólo debemos adecuar nuestras actuaciones a la edad del menor. Por ejemplo, si el niño se enfada porque le hemos dicho “no” a algo, debemos saber que podemos razonar mejor con un niño de 8 años que un niño de 2 años que está en medio de una intensa rabieta. Otro ejemplo serían los límites, estos deben mantenerse, aunque el niño crezca, pero quizá estos límites vayan cambiando y evolucionando para adaptarse a la edad del menor.

Basándose en los ejemplos prácticos de tu libro, ¿qué beneficios tangibles han experimentado las familias al aplicar la crianza positiva?
Cuando se utiliza una crianza positiva, se sustituye el castigo por la consecuencia educativa. Por ejemplo, siempre recomiendo que un niño que ha pintado la pared con colores no debe ser castigado con un azote, sino que ganaremos más si le damos un trapo y le hacemos limpiarlo. El azote le enseña a resolver sus problemas con violencia, pues es lo que como referentes nos ve hacer. En cambio, hacerle limpiar le enseña a asumir las consecuencias de sus actos.
Esta manera de actuar enseña al niño lo que debe y no debe hacer y le enseña a razonar. Si a esto, le añadimos afecto hacia ellos, y ser tratados con respeto, a largo plazo las familias ven que mejora el comportamiento de los niños, mejor ambiente familiar, son niños que argumentan mejor sus actos, desarrollan mejor su capacidad crítica y mejoran su autoestima.
¿Podrías compartir un ejemplo específico de una situación cotidiana y cómo la crianza positiva puede hacer una diferencia?
La principal diferencia la vamos a encontrar si dejamos de utilizar la violencia, del tipo que sea. Un ejemplo podría ser la típica rabieta. Un niño se enfada y hace una rabieta cuando su madre le dice que se han de ir del parque. Utilizando la violencia, la madre se enfada ante el comportamiento y el llanto del menor, le da un cachete y lo pone en el carrito de malas maneras diciéndole además que “la tiene harta”. En esta situación, la madre utiliza la violencia física y verbal. ¿Qué esperamos que aprenda el niño? El niño es incapaz de gestionar sus emociones porque su cerebro no está preparado para ello. Por tanto, es incapaz de evitar una rabieta en una futura ocasión. Lo que sí aprende es que, una manera de resolver una situación cuando estamos enfadados es actuar violentamente, tal y como ha hecho su madre.
Vamos a ver cómo actuaría alguien que sigue un estilo de crianza positiva. Esta madre sabe las limitaciones de su hijo debido a su momento evolutivo. Y sabe que, incapaz de autorregularse, el niño tendrá posiblemente una rabieta cuando le diga que han de irse del parque. Anticipándose a ello, esta madre le anticipa al niño que se irán del parque dentro de 10 minutos. El niño tiene unos minutos para saber que se van a ir, él mismo se puede anticipar a lo que va a suceder, lo cual le da tranquilidad y seguridad. La reacción del niño posiblemente sea muy diferente al niño del primer ejemplo.
Frente a desafíos comunes, como resistirse a lavarse los dientes o recoger juguetes, ¿qué técnicas prácticas recomienda?
Cada hábito puede trabajarse de manera diferente, pero hemos de saber que los niños aprenden en gran medida a través de la imitación. Puedo ordenar al niño que vaya él solo a lavarse los dientes y confiar en que lo haga, o puedo ir con él y lavarme los dientes junto a él.
“Cuando se utiliza una crianza positiva, se sustituye el castigo por la consecuencia educativa. Por ejemplo, siempre recomiendo que un niño que ha pintado la pared con colores no debe ser castigado con un azote, sino que ganaremos más si le damos un trapo y le hacemos limpiarlo.”
Del mismo modo, puedo ordenarle que recoja sus juguetes, o puedo ayudarle a hacerlo y hacerlo juntos mientras cantamos una canción sobre recoger. De nuevo, va a ser fundamental conocer el momento evolutivo en qué se encuentra el niño, cambiar el enfoque adultocentrista y poner el foco en la infancia.
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