Víctor Fabris: “El mindfulness ayuda a reducir las tentativas de suicidio”

Entrevistes

Todavía hoy hay quien asocia el mindfulness al esoterismo o la religión. Sin embargo, la literatura científica nos dice que puede reducir conductas tan extremas como el suicidio, las autolesiones o el abuso de drogas, especialmente en la población más joven. Hablamos con Víctor Hugo Fabris, especialista avanzado en terapia dialéctico-comportamental (DBT), sobre las aplicaciones y beneficios de esta terapia cada vez más usada por los y las profesionales de la psicología. 

El mindfulness está cada vez más en boca de todos, pero no queda claro si con la imagen adecuada. 

Sí, algunas personas aún preguntan si es una secta. “Ah, ¿haces mindfulness?, ¿la cosa esa de respirar?”. Y no, no es nada de eso, sino parte de un entrenamiento atencional en el que también se entrenan las funciones ejecutivas del cerebro. Lo que pasa es que el nombre comercial mindfulness llama mucho la atención. 

Entonces ¿en qué consiste?

En entrenar a personas a salirse de su mente y conectarse al contexto, a los estímulos del exterior, con sus cinco sentidos. Porque cuando una persona está tomada por la emoción, es imposible que vea el mundo por lo que es, sino por lo que siente. Y eso trae muchísimos problemas. Por ejemplo: tu pareja te manda un mensaje y vos, que estabas sintiéndote estresado/a, entendés una cosa que no es. ¡Te armás una película de Netflix! El mindfulness te entrena para observar que es solamente un mensaje, que tu emoción es tu emoción, y para detectar que eso que te ha pasado es una activación psicofisiológica, a raíz de un mensaje.

¿Por qué está ahora tan de moda, si esta técnica se inventó en Oriente hace 8.000 años?

Porque ha sido tomada por muchos investigadores, desde John Kabat Zinn a Marsha Linehan, y porque se han dado cuenta de que si uno no está en el momento presente, si no puedes focalizar los procesos atencionales, es muy complicado poder hacer nada en la vida, ni lo más mínimo e indispensable. En nuestra sociedad se ha fomentado mucho estar presente en 25 temas a la vez: WhatsApp, Facebook, Instagram, tu pareja, tus hijos, los problemas, tu vecino… Y llega un momento en que tu cerebro no tolera tanto estímulo. Los creadores de las aplicaciones y los grandes medios de comunicación saben perfectamente cómo llamar tu atención, te entrenan a estar disperso. Nosotros lo que hacemos como terapeutas es entrenarte a volver al paso a paso, cosa por cosa, situación por situación. El mindfulness te conecta con la vida.

Aseguras que el mindfulness tiene una base científica.

Cualquier profesional de la psicología puede buscarlo en el Google académico o las plataformas donde se publican los papers. El mindfulness viene siendo estudiado desde los años 80 para trabajar con población con tentativa de suicidio en Estados Unidos, y ha logrado un éxito rotundo dentro de las investigaciones científicas al poder ayudar a decrecer tanto las conductas suicidas como las autolesiones. Además, ha demostrado que su impacto es increíblemente bueno en relación con el éxito académico, en la mejora de las relaciones interpersonales, como estrategia de regulación emocional… 

En tu experiencia personal, ¿qué cambios has podido ver gracias a esta técnica?

Yo trabajo con personas con tentativas de suicidio, estrés postraumático, gente que ha pasado por abuso sexual, físico y psicológico, bullying… Y los cambios son maravillosos. Ver cómo cambia la vida de una persona que deja de consumir droga para dejar de pensar en los flashbacks de la situación de abuso que sufrió en la infancia, es saber que pudo reprocesar, que ahora puede defusionarse de ese pensamiento y dejar atrás esa historia horrible y oscura. Y en los intentos de suicidio, lo que ha cambiado el rumbo ha sido la enseñanza de habilidades. Muchas personas tienen la idea de que a través del suicidio van a poder dejar de sufrir. “Como quiero dejar de sentir dolor, me muero”. ¡No! Puedes conseguirlo con habilidades, regulando tus emociones. Saber eso les cambia la vida.

¿Cómo aplicas el mindfulness en adolescentes?

Tanto con mis pacientes adolescentes, que suelen ser casos severos, como en escuelas, entrenamos con la respiración, comiendo de manera consciente con todos los sentidos puestos en la comida, les entreno en observar a otra persona; su mirada, su pelo, su cara, sin juzgar, sin adjetivar, sino solo tomándola por lo que es: un ser humano. Requiere de mucho entrenamiento.

Está la práctica informal (la que todo el mundo asocia con los monjes) y la informal, que es entrenarles en el entrenamiento atencional durante la comida, el deporte los juegos… Por ejemplo, con el juego de sentarse uno delante de otro y el primero que se ríe pierde. Ahí se dan cuenta de que la risa es involuntaria, producto de la vergüenza, del miedo a qué pensará el otro, etc., y empiezan a decir: “Ah, ¿todo eso estoy pensando y sintiendo? ¿Y por eso me río? ¡Qué loco! ¡Nunca me había dado cuenta de algo tan simple!”. Entonces entienden que cuando estás manipulado por las emociones, es como en la vida: perdés.

¿Por qué habéis dedicado estas jornadas a adolescencia y juventud? ¿Por qué está especialmente recomendado para esta franja de edad?

Una de las cosas que están siendo estudiadas en la población general de los países más desarrollados es que, durante su educación, adquieren más estrategias de regulación emocional. ¡Por eso los jóvenes saludan correctamente! Tienen mucha conciencia del otro.

A mí en la adolescencia me hubiese encantado que me enseñaran estas estrategias dialécticas y de conciencia plena, para poder romper con la dicotomía del todo/nada, siempre/nunca, el drama del “no me quieren”, “me abandonan”, para aprender tolerancia al malestar o cómo sobrevivir a una crisis, efectividad interpersonal, a decir que no, a pedir, a manifestarse… ¡Me hubiera ido mucho mejor en la secundaria! 

Además, ahora con la pandemia los jóvenes pasan por situaciones difíciles: no tener trabajo, no tener dinero, no salir, sin diversión… La etapa en la que uno se forma como persona adulta y, de repente, te la sacaron. Es terrible. Es fundamental darles recursos para que no lleguen a desarrollar todos los problemas que pueden llegar a desarrollar, sobre todo aquellos con una predisposición tanto genética como familiar a tener o desarrollar alguna patología mental.

¿Qué herramientas les ofreces en la jornada puede a los adultos responsables de estos adolescentes?

Primero, estrategias de orientación y compromiso. Cómo orientar a los y las adolescentes si están siendo mucho más desregulados emocionalmente de lo que se esperaría, o mucho más regulados, como en el caso de personas con buenas notas académicas y muy perfeccionistas, lo que puede acabar en vigorexia (más los chicos) o en anorexia (más las chicas). Está bueno orientar a los adolescentes para saber a qué extremo se está yendo.

La otra estrategia es la regulación emocional. Identificar, etiquetar, saber qué son las emociones, cómo se manifiestan en el cuerpo y qué hacer con ellas cuando les desbordan. 

Después están las estrategias de mindfulness, que son la columna vertebral del tratamiento, porque entrenan la atención. Sin atención en el momento presente es imposible aplicar cualquier habilidad. 

Luego están las estrategias de tolerancia al malestar que son estrategias para sobrevivir a crisis emocionales muy intensas. 

Y por último, está la efectividad interpersonal que es cómo pedir, cómo decir que no… Por ejemplo, va un muchacho y le dice a una chica: “Quiero tener sexo sin protección”. Y la chica, por miedo o por vergüenza, se anula y no puede decir que no. Acá se les dan herramientas para aprender a decir que no y para identificar que en esa situación están sintiendo terror.

Todo esto está todo manualizado para padres madres, adolescentes y docentes. Yo hice la traducción al castellano rioplatense para una investigación.

Esta jornada llevará por título Mindfulness y compasión. ¿Cuál es la relación entre estos dos conceptos?

La traducción más acertada de mindfulness al español sería conciencia plena. Estar presentes con conciencia plena es poder conectarse con empatía y poder causar compasión, que abarca la empatía y va un poco más allá. Son dos herramientas muy necesarias para el mundo en el que vivimos.

Entonces ¿llegar a la empatía o la compasión es el primer paso para arreglar lo que esté sucediendo?

Sí. O aceptar que no se puede arreglar. Aceptar que hay cosas en la vida que no tienen solución es mucho mejor que caer en el exitismo del “todo irá bien”. La evidencia científica nos dice que eso termina haciéndole mal a la gente, y que a veces es mejor trabajar con la aceptación y ser compasivo con uno/a mismo/a y con sus propias limitaciones.

¿Qué opinión general tienen sobre el mindfulness los y las profesionales de la psicología?

En Argentina hace 15 años era una vergüenza decir que trabajabas con mindfulness, o al menos una cosa rara. 5 millones de papers después, hay colas para estudiar estos postgrados. Así que ahora excelente. Cuando ven que consigues en 3 meses lo que en 2 años de terapia individual…

Y hablando de posgrados, ¿cuáles son ahora los estudios requeridos para poder trabajar con esta técnica?

Hay instituciones basadas en la CFT (terapia basada en la compasión) para la DBT y para la terapia de aceptación y compromiso, y analítico-funcional, que son las terapias que nuclean la sucesión de ciencias contextuales. Yo hice toda la especialización en Estados Unidos con Marsha Linehan. La idea es practicar con los entrenadores para poder dar y ser fieles al modelo, y estar avalados por tu propia formación y, muy importante, por la experiencia clínica.

¿Qué retos tiene aún el mindfulness por delante?

Que sea más conocido, que se divulgue más en los ámbitos académicos, que empiece a ser parte de la formación integral de los psicólogos y psicólogas. Que se enseñe más en la universidad y que se corra la voz sobre el hecho de que tiene fundamento científico.

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